
La creciente inclusión de fotografías tomadas con móviles de distintos actos y celebraciones más o menos serias en los medios de comunicación + (redes sociales) plantea una preocupación crítica sobre el tema. La ubicuidad de los teléfonos inteligentes ha democratizado la captura de imágenes, pero no ha democratizado la mirada ni el criterio. La mayoría de estas imágenes carecen de composición, intención estética o profundidad narrativa; son instantáneas precipitadas, desprovistas de contexto y, a menudo, carentes de calidad técnica mínima. Sin duda estas imágenes que se suben pueden destrozar la imagen de ponentes y asistentes.
Lo más preocupante no es su existencia, sino su circulación sin filtro editorial. Al prescindir de un triaje riguroso, los medios diluyen la fuerza del lenguaje visual periodístico, sustituyéndolo por la urgencia de lo inmediato. La inmediatez no es sinónimo de verdad, y la saturación de imágenes mediocres crea una anestesia visual que insensibiliza al espectador.
Esta tendencia refleja también una crisis de criterio: la preferencia por la cantidad sobre la calidad, lo anecdótico sobre lo significativo. La cámara del móvil no es culpable en sí misma; lo es la renuncia del fotógrafo a ejercer su rol cultural. Integrar imágenes sin triaje es abdicar de la responsabilidad de informar con rigor también desde lo visual. En un mundo saturado de imágenes, el valor no está en lo que se muestra, sino en cómo y por qué se muestra.
Picaraza